Adormecido en el prolegómeno de la noche.
Pies descalzos,
cuenta de magia,
traslados;
fantasías de tigres adormecidos.

Roto así por la habilidad del sueño.
Pido,
clamo,
suspiro;
y llego a apreciar mis infinitos nocturnos.

Cabeza despierta al inicio de ese amanecer.
Realidad de sucesos,
energía suprema,
fuentes de música;
abierto por la nostalgia de aquellos vientos.

Clamo,
suspiro,
pido;
arribar a esa danza donde el vuelo habla.

Entonces me adorno hermoso.
Quiero…,
abanicarme con el sombrero
de esmeraldas frágiles

Me he ataviado honrado.
Gusto…,
de adornarme con las lunas
de arco iris vidrioso

Me he puesto sincero.
Aprecio…,
cada poder de los silencios
de extraviados oros aromáticos.

Entro en la secuencia anudada,
de un camino hacia el sueño.
Allí donde el sosiego fluye y
navega con la calma precisa
en savias de espumas engalanadas.