POR EL PRADO DE LOS CANTAROS DE MAGIA
I)
Atrapa el viento sosegado
de las soledades descritas por,
y entre las miserias desnudas,
abiertas por rosas de silencios.
Sentirte en la opresión del desnudo;
romper en aquel grito del mundo.
Atrapado entre aquellas piernas
de una cadena encrucijada de bostezos.
Quebrado, dejo aparte el pacto,
desgarro el silencio y grito
a pulmón descubierto de manos,
y me elevo en el ejercicio de las miradas.
¡No quiero dejarte!
¡No quiero cejar!
He roto los cristales de las horas,
y guardo el tiempo en una caja.
Cierro las ventanas y veo luces.
¡Si!
Aquellos brillos de verde vereda.
He detenido el tiempo
He atrapado las luces
Importo
II)
Cuando mi penúltimo latido,
quiere vencer a la superación
de la noche y los silencios;
un espacio de hojas largas,
entre extensos matorrales
de hierba silenciosa
que buscan su claridad,
me acogen para verterse en mi.
Cuando sucede mi penúltimo quejido,
creo caer rendido en tu noche.
Entre la música de las flautas invisibles,
allí en el alejado río de los manjares
¡No huyas!
Escúchame errante,
vigorosa y en pie flotante.
Gorgojea entre las oquedades,
y camina.
Camina muy lejos;
verás como las hojas de los años
te envuelven arropada de cielos de hielo.
No es invierno estremecido,
es el logro de la cima encontrada.
Allí donde la bruma se platea de cisnes,
y el tiempo te eleva al encantamiento.
III)
¡Acércate!
¡Alégrate de los abandonos destinados!
Por el eminente valle de las disputas
devuélveme la mirada entre el cierre
de los silencios acontecidos tras el baile.
Por el prado de los cantaros de magia,
Recógeme, quiero mirar a tus ojos,
ver esas temblorosas estrellas
que señalan una ruta de puertas de luces
y mañanas en confines de alegrías.
I)
Atrapa el viento sosegado
de las soledades descritas por,
y entre las miserias desnudas,
abiertas por rosas de silencios.
Sentirte en la opresión del desnudo;
romper en aquel grito del mundo.
Atrapado entre aquellas piernas
de una cadena encrucijada de bostezos.
Quebrado, dejo aparte el pacto,
desgarro el silencio y grito
a pulmón descubierto de manos,
y me elevo en el ejercicio de las miradas.
¡No quiero dejarte!
¡No quiero cejar!
He roto los cristales de las horas,
y guardo el tiempo en una caja.
Cierro las ventanas y veo luces.
¡Si!
Aquellos brillos de verde vereda.
He detenido el tiempo
He atrapado las luces
Importo
II)
Cuando mi penúltimo latido,
quiere vencer a la superación
de la noche y los silencios;
un espacio de hojas largas,
entre extensos matorrales
de hierba silenciosa
que buscan su claridad,
me acogen para verterse en mi.
Cuando sucede mi penúltimo quejido,
creo caer rendido en tu noche.
Entre la música de las flautas invisibles,
allí en el alejado río de los manjares
¡No huyas!
Escúchame errante,
vigorosa y en pie flotante.
Gorgojea entre las oquedades,
y camina.
Camina muy lejos;
verás como las hojas de los años
te envuelven arropada de cielos de hielo.
No es invierno estremecido,
es el logro de la cima encontrada.
Allí donde la bruma se platea de cisnes,
y el tiempo te eleva al encantamiento.
III)
¡Acércate!
¡Alégrate de los abandonos destinados!
Por el eminente valle de las disputas
devuélveme la mirada entre el cierre
de los silencios acontecidos tras el baile.
Por el prado de los cantaros de magia,
Recógeme, quiero mirar a tus ojos,
ver esas temblorosas estrellas
que señalan una ruta de puertas de luces
y mañanas en confines de alegrías.
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