¡Casi la puerta no se abre!
Mis débiles manos se agrietan
en intentos por rescatar los sonidos,
que fecundos callan al ver todo
ese esfuerzo vano de una luz secuestrada.

Es el tiempo que pasa en una sola señal.
Evidencias, momentos de mis estaciones;
vuelven las flores en un pretexto;
regresa el acalorado contrasentido
impuesto sobre la frialdad lejana.

Yo presiento y disfruto del agasajo;
me abro en gajos de dulzor de sueños.
Ya no esta solo el recuerdo implacable;
esa soledad de desierto que abruma;
mientras, mi prologo se ofrece sereno
ante un tiempo nuevo de anhelos.

¡Casi la puerta se cierra!
Mis débiles manos sin fuerza
en el ultimo halo por oír al silencio,
que desde el interior me traslada
al más bello presente de una mirada

Mirada, aureola bendita de vida
que en la suerte prosigue y alcanza,
anidando en aquella tristeza vencida
de sus silencios de mirada vertida,
por la distancia sonora de una selva.

En mi conciencia comprobada y grácil
encuentro la atroz creencia de la lejanía;
casi insalvable, inalcanzable…
Llorando me galopaban las preguntas:
¿Para qué tanto tiempo?
Nada
¿Para qué mis desvelos?
Nada
Cuando surgen las preguntas: callo.
El sentido se apacigua en su giro.
Se vuelve de tristeza azulada y,
nada en mares de escarchas frágiles,
siempre expuesto a la lucha imposible.