Extremadamente humanos pero heridos,
por sus tiempos de juegos para la infancia.
Silenciosos, respetan la fragancia del paso
trasnochado, huidizo y raptado de los años.

Aquella misma jaula tuvo sus trinos alados;
retuvo los ecos cantantes de la alegría
Posesión de un cáliz de vida de júbilos;
y que ahora siente sus hilos en la doblez.
Persigo el atractivo pasado de aquellos
vuelos encerrados de sentimientos alegres;
libres en su equilibrio de alas elevadas,
libre él e indicando aquella armonía huida.

Aquellos mis dados, rotos, señalan en su rodar
la imagen de las líneas de mis suertes,
llenas de una vitalidad de violines sin cuerda.
Ellos rodantes entre estáticas sombras,
en su abandono de números vertidos
de jugadas de alicientes heridos por el salto.
Ellos multiplicadores de agasajos y
enmendadas apuestas de la infancia.

Jugando para seguir jugando; ahora para
recordar en la cabeza abatida por silencios:
Eran así libros de líneas subrayadas de rojos,
sangres infantiles vertidas entre tiempos;
Peonzas desgastadas por los giros bruscos;
pinturas miniadas entre abismos intrépidos.
Canicas casi magnéticas por sus cristales;
cromos de imágenes y aventuras confusas

Un baño de pasado que aúlla extraviado,
entre el paisaje de las transparencias
desterradas en los senderos perdidos.
Bellos y efímeros instantes hilados
en la diafanidad ágil del ocaso pasado,
de una mitología atrapada en su tiempo.
Juegos para seguir jugando para
entretejer los abismos del recuerdo.